lunes, 3 de septiembre de 2007

Historia Discapacitada

La dura vida de los discapacitados



Asdrúbal Carreño Carvajal, de 65 años, está en silla de ruedas desde hace 10 años por “cosas del destino y de mi Dios que es el que decide la suerte de nosotros”.
A diario sale a rebuscarse por las calles de Cúcuta, “encontrando gente muy grosera y que no respeta”, dijo.
Al igual que Asdrúbal, están Juan, de 47 años, quien es invidente; Ramiro de 28 años, quien es sordo y Mireya, que va a cumplir 20 años en silla de ruedas.
A diario deben desplazarse y acoplarse en un espacio que no está hecho para sus necesidades y limitaciones físicas.
Les corresponde sortear muchos obstáculos.
En la capital nortesantandereana, las calles, avenidas, baños, locales comerciales y el trasporte público, no están diseñados para la atención de personas discapacitadas.
Pero la Alcaldía está adecuando algunos espacios mediante el programa de Recuperación Urbana del Centro de la ciudad.
“Se hicieron rampas en las calles y se han tenido en cuenta otros lugares, como el ascensor del Palacio Municipal”, dijo el arquitecto Óscar Granados, Jefe de la División de Control Físico del municipio.

“Ley Clopatofsky”
La Ley 361 de 1997 fue impulsada por el senador Jairo Clopatofsky, quien tiene limitaciones físicas desde joven.
Se establecieron mecanismos de integración social para los discapacitados.
Así lo contempla el artículo 47 del capítulo II: “La construcción, ampliación y reforma de los edificios abiertos al público y especialmente de las instalaciones de carácter sanitario, se efectuarán de manera tal que ellos sean accesibles a todos los destinatarios de la presente ley”.

En Cúcuta gran parte de estas exigencias no se cumplen. Hay ciertos trabajos que se han hecho en la zona céntrica, en acatamiento del Decreto municipal 0399 del 11 de septiembre de 2006.
Se fundamentó en el Acuerdo 0083 del 7 de Acuerdo 0083 del 7 de enero de 2001 por el cual se aprobó y adoptó el Plan de Ordenamiento Territorial.
En uno de los apartes señala que “se deben generar acciones tendientes a suprimir las barreras arquitectónicas que impiden el libre tránsito y la movilidad, en especial de las personas discapacitadas”.
Por lo tanto, cualquier lugar de la ciudad debe tener accesos para la entrada y desplazamiento de ellos.
“Pero en muchas ocasiones uno se ve limitado por la adecuación de las estructuras físicas. Incluso, un día un taxista se negó a llevarme por estar en silla de ruedas”, lamentó el abogado William Riveros.

Lugares de adecuación

Según la Ley 361, se deben eliminar las barreras arquitectónicas en las vías y establecimientos públicos y privados, sean edificaciones antiguas o recientes.
Exige cumplir con la adecuación de los edificios para que las escaleras tengan pasamanos, rampas de acceso y ascensores cubiertos con material antideslizante y dos puertas a cada extremo de la edificación con salida a la calle y manijas automáticas.

Los estacionamientos deben ser amplios, deben existir señales sonoras en los semáforos para los invidentes y rutas de fácil acceso a parques, bibliotecas, teatros y lugares públicos, impone la medida.
“Incluso los baños deben ser especiales, con agarraderas a los lados y un poco más altos”, contó el abogado.
Pero si en el corazón de Cúcuta no se cumple, en los barrios periféricos la situación se hace más difícil.
“Si uno se ve con limitantes teniendo algo de capacidad para adquirir ciertos equipos de ayuda, que además son costosos, ¿cómo hará una persona discapacitada de escasos recursos?”, cuestionó William Riveros.

Situación crítica

Yazmín Camargo tiene la respuesta a esa pregunta. Ella es una desplazada de Calamar (Bolívar), con una hija de 10 años, Linda Yazmín Camargo, que anda en silla de ruedas.
La silla es un arreglo de fabricación manual que alguien le construyó.

Consta de unas ruedas puestas a una silla de metal tradicional.

”No tengo para comprar ni la comida, voy a pedirle ayuda al alcalde porque mi condición es muy dura”, cuenta Yazmín. Al igual que ella, Mireya Ortega Suárez lleva una vida que se ve desde otra óptica.

Del lugar donde vivía la sacaron por problemas familiares y ahora debe alimentar a su hija de 4 años y buscar donde pasar las noches.

Una familiar le ofrece posada, pero vive en uno de los barrios de la periferia cucuteña donde hay que atravesar calles destapadas y subir por cerros inclinados.

“Me queda difícil, si solamente que días me caí en la calle, me salí de la silla por tratar de subir a un andén muy alto. Es que yo no tengo la misma fuerza de un hombre”, relata Mireya.
Ni la misma fuerza, ni la misma destreza para sortear obstáculos que una persona con toda la capacidad física.

Por esta razón se promulgo la Ley 361, pero en Cúcuta se ven muy limitadas las oportunidades de adecuar los espacios públicos y privados para el desplazamiento de los discapacitados.

Por ahora, don Asdrúbal, Juan, Ramiro y Mireya, al igual que cientos de discapacitados que viven en la ciudad, tendrán que seguir pidiendo ayuda para cruzar una calle, subir unas escaleras o montarse a un ascensor.

Y sin embargo, “hay gente que ayuda, otra no, pero a veces uno prefiere no molestar y tratar de buscar la manera de hacerlo porque la vida sigue”, señala Yazmín, la madre de Linda.
Y en efecto la vida sigue para ellos como para cada uno de nosotros que contamos con las capacidades físicas normales y no vemos el grave problema que representa para estas personas el no tener un espacio adecuado.


“Es que hasta que a uno no le toca no sabe como es”, concluye el abogado Riveros.

La opinión,

Diario local San José de Cúcuta

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